«Lo otro ya no era Gran Hermano»

Ayer, ese concursante medio tontorrón, medio psicópata que es Pablo, puso delante del espejo a Gran Hermano, TeleCinco y a toda su cohorte de guionistas, programadores y expertos en mercadotecnia.

Todos estos expertos habían tenido el genial Meseocurreee… de, para remontar la audiencia, montar un circo en el mismo Guadalix. Nada mejor que hacer un par de piruetas mortales e inventarse una casa nueva y una figura tan absurda como estúpida que es la de «primer expulsado asesor de primeros expulsados». Una labor se supone que reflexiva que no podía caer en mejores manos que en Maite Galdeano, Amor y Mª José Galera. Principalmente las dos primeras, las más indicadas. Ejem.

Centrarse en la absurdez argumental del asunto es lo de menos: era un circo. Teníamos ya a las tres clowns y se nos apareció un Pierrot, que si bien en el día a día podía haber resultado algo «raro», por ser suaves, una vez llegado allí y visto el percal dijo: «¡Oigan! ¿Qué mierda es esta? Yo me piro».

Por supuesto que no fue tan tajante sino que al chaval le sobrevino una especie de ataque de pánico con hiperventilación al verse rodeado de semejantes fieras.

Y fue, cuando llegó al plató, que en un tono ya reposado, lo dejó claro, clarinete: «Lo otro ya no era Gran Hermano».

Chapeau por él, de verdad. En un minuto toda esa cohorte de la que hablábamos antes vio como su ingenioso plan se iba al garete: el Club en ese momento no tenía sentido (si lo tuvo alguna vez), no tenían entrevista, y un chaval algo inestable les había dicho las verdades del barquero.

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Quizás hubiera sido expulsado Miguel y se hubiera encontrado como pez en el agua; quizás nos hubiéramos descojonado con la Maite, y de hecho lo empezamos a hacer. Y por eso la actitud de Pablo también nos pone el espejo enfrente de nosotros mismos: por unas risas fáciles nos vendemos muy baratito, servidor el primero.

Paradójicamente Pablo, un primer expulsado, sí podría dar lecciones de Gran Hermano a aspirantes o primeros expulsados de este formato: entiende perfectamente lo que es y lo que no es.

La gala nos dio algunas cositas más de las que hablaré solo por encima.

Por un lado, se expulsó disciplinariamente a Álvaro por sus palabras en otro juicio inquisitorial jaleado por el populacho. Digo y repito: «La vida en directo con un bozal en la boca no es vida en directo ni es ná«. De más está decir que no suscribo ni una de las frases del arquitecto que se reprodujeron en la gala. Pero no compartiré nunca una expulsión disciplinaria mientras no se produzcan agresiones ni se vulnere el código penal. Lo que puedas hacer o decir con tus amigos deberías poderlo hacer o decir en la casa de Gran Hermano.

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Ya lo de Jorge Javier diciendo algo así como que T5 es un referente moral de muchas personas me dio como la risa tonta.

Y bueno, en las nominaciones subieron Meritxell, Candelas y Bárbara. Este divertidísimo, ejem, sistema de las bolitas para entrar en el Club, de una vez entrado en el Club tener el poder de doblar o anular una nominación y encima ver las nominaciones y votar los últimos, lo único que hace es reforzar en cada paso a el grupo mayoritario frente al minoritario: meto a uno de los míos en el Club, le doy poder de doblar a otro de los míos en el Club y al final voto para salvar a uno de los míos en el Club.

Y las esperanzas del sufrido espectador de ver nominado a uno de los del grupo mayoritario se desvanecen programa tras programa. Veremos cómo avanza esto y si los lumbreras ponen algo de orden a este despropósito, que esto ya no es Gran Hermano, ¡son bolitas!

De no haber sido por Pablo, quizás nos hubiera pasado mucho más desapercibido todo esto a cuentas de un «che, che, documentación, la papela del camión».

Gracias chaval.